Reseña de Silvia Luchessi.
Este relato resultó finalista del Premio Herralde de Novela, un galardón literario concedido por la Editorial Anagrama de Barcelona.
La novela, escrita en primera persona, está organizada en nueve capítulos, cada uno de los cuales hace referencia a un mes del año. Así, se despliega la historia de un hombre que es escritor y que se encuentra desolado por la separación con su pareja: Ciro. Para cicatrizar las heridas de esa ruptura decide ir a vivir a un campo en la provincia de Buenos Aires, como modo de transitar su crisis personal.
“Pero en la página escrita, un paisaje no es un paisaje sino la textura de las palabras con que se lo nombra, el universo que esas palabras crean”. De esta manera, el texto nos acerca a la llanura, espacio que habita en este momento de desasosiego y a través del que recupera imágenes de su infancia: “Más adelante, en una zona donde la tierra se volvía más dura, casi tosca, el camino subía hasta correr a la misma altura del alambrado. Entonces aparecía, de pronto, espectacular, la llanura: chata, lisa, los cascotes de un potrero en barbecho, las cañas de un maizal cortadas a veinte centímetros del suelo, una tropa de vacas con la cabeza baja, husmeando de cerca los granos perdidos entre la paja y la tierra.”
Emprende la producción de una huerta, que va mutando conforme pasan los meses del año y que testimonia, de alguna manera, el proceso personal que vive el narrador: “Me repito una y otra vez que hay un tiempo para cada cosa. Un tiempo para la siembra. Un tiempo para la cosecha. Un tiempo para la llovizna. Un tiempo para la sequía. Un tiempo para aprender a esperar el paso del tiempo”. El acontecer de la huerta a lo largo de los meses puede interpretarse como una metáfora de sus emociones.
Integra de una manera muy apropiada los recuerdos de su infancia en su pueblo de origen (General Cabrera, Córdoba), y las vivencias en el campo de sus abuelos. También comparte citas de algunos escritores para dilucidar algunos interrogantes sobre la escritura. Además, describe el vínculo con algunas personas del presente que vive.
El lector puede percibir la proximidad al entorno rural y a los quehaceres cotidianos en el mismo por la elección acertada en la sonoridad de las palabras: “Cavar, puntear, arrancar yuyos, abrir surcos, llevar carretillas de tierra de un lugar a otro, buscar ramas para proteger el sembrado, poner redes, ir al cañaveral a cortar cañas. Regar, regar, volver a puntear, volver a cavar, armar otro cantero”. La escritura logra una atmósfera que cautiva al lector produciendo un efecto indiscutible, como si se estuviese visualizando una secuencia fotográfica.
“Al fin y al cabo no somos más que personajes en busca de una trama que le dé sentido a la historia, tratando de identificar la narrativa en la que estamos inmersos, de asegurarnos, desde ahora, de que el final va a ser feliz, o por lo menos, o por lo menos, digno.”
Título: Los llanos.
Autor: Federico Falco
Editor: Barcelona: Anagrama, 2020.
Páginas: 234.